Origen del nombre “Feta”
El nombre feta puede sonar antiguo, pero su uso para referirse a este queso es relativamente reciente. Proviene del italiano fetta, que significa “rebanada” y probablemente fue introducido durante la influencia veneciana en el siglo XVII.
Fue entonces cuando los griegos empezaron a conservar el queso en grandes barriles, cortándolo según la necesidad. Aunque el nombre sea moderno, el queso está profundamente arraigado en la historia griega, formando parte de la vida cotidiana de pastores, agricultores y familias desde hace generaciones.
La feta en la Odisea de Homero
La historia de la feta no comienza en una fábrica ni en un pueblo, sino en los mitos y la poesía. En la Odisea de Homero, escrita en el siglo VIII a.C., el cíclope Polifemo aparece cuajando leche y almacenando queso blanco en su cueva.
Aunque no se menciona la palabra feta, el proceso es sorprendentemente similar al actual. Esta referencia antigua demuestra que la feta no es solo un alimento: es parte del alma cultural de Grecia.
Tradiciones de maduración: cuevas y barriles de madera
Durante siglos, antes de la refrigeración moderna, los griegos confiaban en la naturaleza para conservar su queso. Tradicionalmente, la feta se maduraba en barriles de madera o se almacenaba en cuevas de montaña, donde la temperatura y la humedad ofrecían las condiciones ideales para la fermentación.
Estos métodos no solo eran prácticos, sino que definían el sabor. La maduración en barril aporta complejidad, mientras que la microflora natural de las cuevas confiere a cada lote un carácter único. Son tradiciones que aún se mantienen vivas.
Salmuera: el conservante original
La salmuera siempre ha sido la guardiana fiel de la feta. Mucho antes de que existieran los frigoríficos, las familias griegas conservaban su queso en una solución de agua con al menos un 10% de sal.
Este método mantenía el queso fresco, con ese toque ácido y seguro para su consumo incluso en los meses más cálidos. Hoy en día, la feta en salmuera no es solo una tradición: es un sello de autenticidad. Ese bloque blanco flotando en su baño lechoso… así es como debe disfrutarse.
El camino hacia la DOP
El reconocimiento de la DOP (Denominación de Origen Protegida) para la feta no fue fácil. Grecia reconoció oficialmente el valor cultural de su queso nacional en los años 90, pero no fue hasta el año 2002 cuando la Unión Europea concedió su protección.
Otros países querían utilizar el nombre “feta” para sus versiones, pero Grecia se mantuvo firme: la feta es griega. La DOP garantiza que solo el queso elaborado con métodos tradicionales en regiones específicas de Grecia puede llamarse feta. Una pequeña gran victoria.
La leche que define la feta
¿Qué hace que la feta sea… feta? Todo comienza con la leche. Las normas DOP son claras: la auténtica feta griega debe elaborarse con leche de oveja, o una mezcla con hasta un 30 % de leche de cabra. Está prohibido el uso de leche de vaca. Esta combinación le da a la feta su textura cremosa y su característico sabor ligeramente ácido. Pero no se trata solo de sabor: se trata de tradición. Los animales pastan libremente entre hierbas silvestres, transmitiendo al queso la esencia del paisaje griego.
Dónde nace la feta DOP
No toda Grecia puede producir feta con denominación de origen. Solo ciertas regiones están certificadas bajo la DOP, entre ellas:
- Épiro
- Macedonia
- Tracia
- Tesalia
- Grecia Central
- Peloponeso
- Isla de Lesbos
Cada una de estas zonas tiene su propio microclima, terreno y vegetación, lo que aporta matices únicos al queso. La feta es una celebración de la identidad local. Cada bloque cuenta una historia del lugar del que procede.
Cómo ha evolucionado la feta desde la DOP
Desde que obtuvo el estatus DOP, la feta no ha dejado de evolucionar. Los productores griegos siguen fieles a las prácticas tradicionales, pero también exploran nuevas propuestas: producción ecológica, versiones envejecidas en barrica y envases más sostenibles. Lo que no ha cambiado es su compromiso con la calidad. Ya sea en una ensalada griega clásica o en una receta contemporánea, cada bocado de feta conecta con la herencia viva de Grecia.
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